14 abril 2008

LA FRAGANCIA DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS

Son las nueve de la noche del miércoles 17 de abril de 1624. Mariana de Jesús Navarro -“la taumaturga madrileña” como era llamada a nivel popular- acababa de morir de una inflamación pulmonar. Tiene 59 años y deja tras de sí toda una vida consagrada a los más necesitados desde el convento de mercedarias de la capital del Reino. Es una noche lluviosa y, a pesar de todo, la iglesia está abarrotada de gente sencilla. Todos quieren besar sus manos, sus pies, tocar rosarios, medallas, llevarse flores, trozos de hábito e incluso, según dice Jerónimo de la Quintana, hubo una mujer que intentó cortarla un dedo del pie para llevárselo como recuerdo y reliquia. Al poco de reposar su cuerpo inerte en la celda en la que tantos años pasó rezando, se empiezan a producir algunos milagros. Por ejemplo, el rostro de Mariana despide clarísimos resplandores que bañan de luz el humilde aposento. El asombro fue generalizado. Ante el altar, sobre un tablado en el presbiterio, colocan el cuerpo de Mariana. Comprueban que el cuerpo no está rígido ni cadavérico y además exhala una fragancia especial. Los objetos quedan impregnados de este agradable olor con tan sólo tocar el cuerpo de la monja. El artista Vicente Carducci logra sacar tres mascarillas de su rostro.Luego es envuelta en su hábito blanco mercedario y su cuerpo -y su cama- es adornado con multitud de flores, flores que obran prodigios de tal calibre que algunas de ellas aseguran que logran curar aquella misma noche la garganta enferma de una criada de doña Catalina Ocáriz, la cual tuvo que esperar cuatro horas para poderse acercar al cuerpo de Mariana de Jesús, por el inmenso gentío que guardaba cola para darle el último adiós. El pueblo sabía que era una santa, conocía su vida, sus éxtasis y las apariciones que tuvo de la Virgen y por tal razón las visitas de los fieles al convento de Santa Bárbara se prodigaron.


El cuerpo de Mariana de Jesús estuvo expuesto dos días enteros durante los cuales desapareció uno de sus hábitos, además del velo, el plato en que comía, el vaso en el que bebía el agua y otros enseres que hubiera tocado “la santa”.Lejos de Madrid, su “presencia invisible” también era notada. En la localidad de Corral de Almaguer (Toledo) se encontraba Inés García en oración y a las doce de la noche, el espíritu de Mariana de Jesús, cumpliendo una promesa que con ella tenía, se le aparece y viene a anunciarla “que vivía ya con Dios”. No fue la única persona que supo a distancia que Mariana ya había muerto.La Beata del Pueblo


No pasó mucho tiempo para incoarse el proceso informativo de su vida y sus milagros con el objetivo de elevarla cuanto antes a los altares, acelerando la beatificación. Testigos de sus prodigios no faltan y proceden de todas las clases sociales. Los reyes de España, Felipe IV e Isabel de Borbón, la honran y ensalzan con sus declaraciones. El día 31 de agosto de 1627, como última diligencia del proceso, se hizo la inspección del santo cuerpo. Todo Madrid se había congregado en el pequeño recinto para verla otra vez... Cuando abren la caja encuentran que el cuerpo está totalmente incorrupto. La sorpresa fue general y todos se precipitaron para tocarlo y besarlo. Ante tal multitud, hubieron de retirarlo a la sacristía y poner guardias a la puerta. Examinado el cuerpo por los doctores de la Casa Real, se demostró que ciertamente estaba incorrupto, con los intestinos, los sesos, la carne flexible y exhalando de nuevo un olor suave, así como destilando un líquido oleaginoso que, a falta de otras pruebas, calificaron de milagroso y sobrenatural.Así quedaron las cosas hasta que ciento siete años después se reconoció nuevamente el cuerpo de Mariana.


Era un 5 de abril de 1731 e igual que la vez pasada, al abrir el ataúd se esparció por el templo ese olor tan característico. El cadáver seguía íntegro. Los médicos que lo examinaron, esta vez con más detenimiento, hicieron tres incisiones: una en el brazo, otra en el pecho y una última en el muslo. La carne estaba fresca, los miembros flexibles y el corazón como si acabara de expirar. Durante todo ese tiempo, los supuestos milagros se iban sucediendo y los pacientes que sanaban decían que había sido por intermediación de Mariana de Jesús. El milagro para alcanzar la beatificación no fue el mero hecho de que su cuerpo estuviera incorrupto sino la curación repentina de una parálisis con atrofia que padecía el soldado Pedro Fernández y que ocurrió en el año 1766. Era la confirmación de lo que todo le mundo sabía: que se trataba de una auténtica santa popular que hacia méritos para ser elevada a los altares de la Iglesia católica. El 18 de enero de 1783, el Papa Pío VI concedió lo que muchos madrileños estaban esperando desde hacía más de un siglo: el título de beata a Mariana de Jesús lo que significaba que su cuerpo y sus reliquias podían exponerse a la veneración pública.


Para mayor solemnidad, fue nombrada co-patrona de Madrid junto a san Isidro.Al cumplirse 300 años de su muerte, en 1924, nuevamente se examinó su cuerpo y una vez más se encontró incorrupto y oloroso. Y en 1965, al celebrar los 400 años del nacimiento de Mariana, se vuelve a constatar lo mismo.Un cuerpo incorrupto en pleno siglo XXIHoy sigue el proceso de su canonización y cada aniversario de su muerte, que ocurre cada 17 de abril, se expone al público el cuerpo de la beata en el convento de Alarcón, un edificio barroco del siglo XVII situado entre las calles Valverde, Puebla y Barco, a un paso de la Gran Vía madrileña, donde reposan sus restos en una caja regalada por la reina Isabel II, que se conserva en el coro bajo de la Iglesia.Y aún hoy sigue exhalando el olor a manzana, como dicen las religiosas del convento de las mercedarias y exudando un líquido parecido al aceite con el que se impregnan los distintos objetos y estampas que se ponen en contacto con su cuerpo.


Su rostro permanece tapado por un velo ya que se deterioró cuando Vicente Carducci le hizo uno de los moldes de cera. No es la única monja mercedaria cuyo cuerpo posee esa virtud: Santa María de Cervellón murió en Barcelona el 19 de septiembre de 1290 y fue sepultada en la iglesia de los mercedarios, lugar donde se conserva su cuerpo incorrupto. Por cierto, no deja de ser curioso que exista ya una Santa Mariana de Jesús en los altares, pero se trata de una ecuatoriana llamada la “azucena de Quito”, que murió un 26 de mayo de 1645. Los fieles devotos de la “Beata de Madrid” aún siguen esperando su turno…

3 comentarios:

  1. Muy bueno Ana, ya sé a quien rezarle en adelante...besitos!!!

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  2. No entiendo como la Iglesia después de tantos años, no ha canonizado a esta monja.
    Mira lo que encontré en Wikipedia:

    José María Julián Mariano Escrivá Albás (* Barbastro, Huesca, 9 de enero de 1902 – † Roma, 26 de junio de 1975), sacerdote español fundador en 1928 del Opus Dei y santo de la Iglesia Católica. Es conocido como Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás.

    Fue beatificado por Juan Pablo II el 17 de mayo de 1992 y canonizado el 6 de octubre de 2002. Su fiesta se celebra el 26 de junio.

    ¿Se han olvidado de ella? o que criterio se sigue para la canonización de unos si y otros no.

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  3. Gracias por tu aportación a mi conocimiento......, pero y esto sin oferder ¿no estás un poco tétrica?

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